Por: Giovane Rodrigues Silva
Fue el filósofo alemán Friedrich Nietzsche quien dijo que “podemos actuar, en relación con nuestros propios impulsos, como un jardinero”, cultivando nuestras pasiones, sentimientos, tendencias, memorias, deseos – en resumen, todo eso que compone nuestra personalidad y nuestro carácter, de modo a hacer que esas “semillas”, como él las llama, sean “tan fecundas y provechosas como los más bellos frutos que crecen en los parterres”. Ese fue el hilo conductor del curso extracurricular “Cultivar a sí mismo es como cultivar un jardín” que tomaron los alumnos de filosofía. Pero si, por un lado, esas ideas de Nietzsche guiaron algunas de nuestras reflexiones, su contenido fue dado por la cautivadora obra de Santiago Beruete, Jardinosofía. Junto con él, nuestros jóvenes iniciaron una reflexión (que va mucho más allá del aula y que probablemente los acompañará por mucho tiempo) sobre cómo los jardines “han constituido desde la antigüedad una metáfora intemporal de la buena vida, una representación sensible de la felicidad y un valioso documento de los sueños de perfección social”.
A partir de este contacto muy humano con una parte de la naturaleza que trasciende la humanidad (recordamos: los jardines son uno de los muchos modos en que lo humano se plasma en el reino vegetal), nuestros alumnos entraron en contacto con todos estos temas: las muchas maneras de relacionarnos con la naturaleza, el modo en que transformamos el mundo a nuestro alrededor, nuestras aspiraciones de felicidad al habitar este mundo, el cultivo de uno mismo como individuos merecedores de felicidad y ciudadanos de una sociedad justa y armoniosa.
A lo largo de cuatro encuentros de dos horas, cerca de quince alumnos se dedicaron a textos de Nietzsche, Beruete y Gilberto Gil, a discusiones fructíferas sobre Aristóteles, Epicuro y los filósofos estoicos, y, sobre todo, sobre cómo usar estas ideas como instrumentos de formación y transformación de sí mismos. En cada encuentro, la idea era seguir la pista dada por el autor de Jardinosofía, la de “una celebración del aquí y del ahora y un modo de elevación del yo”. En sus experiencias dentro y fuera del aula (en sus entrevistas con jardineros, en las fotografías de jardines que les son importantes, en la rememoración de su relación con la naturaleza), pudieron, en fin, vivenciar esta máxima de Beruete: “Salir al jardín supone siempre entrar en nosotros mismos.”
Por: Giovane Rodrigues Silva
Foi o filósofo alemão Friedrich Nietzsche quem disse que “podemos agir, em relação a nossos próprios impulsos, como um jardineiro”, cultivando nossas paixões, sentimentos, tendências, memórias, desejos – em suma isso tudo o que compõe nossa personalidade e nosso caráter, de modo a tornar essas “sementes”, como ele as chama, “tão fecundas e proveitosas quanto os mais belos frutos que crescem em canteiros”. Esse foi fio condutor do curso frequentado por alunos de filosofia no curso extracurricular “Cultivar a si mesmo é como cultivar um jardim”. Mas se, por um lado, essas ideias de Nietzsche tenham orientado algumas de nossas reflexões, o seu conteúdo foi dado pela cativante obra de Santiago Beruete, Jardinosofía. Junto com ele, nossos jovens iniciaram uma reflexão (que vai muito além da sala de aula, e que provavelmente ainda os acompanhará por muito tempo) a respeito do modo como os jardins “han constituido desde la antigüedad una metáfora intemporal de la buena vida, una representación sensible de la felicidad y un valioso documento de los sueños de perfección social”.
A partir desse contato muito humano com uma parte da natureza que ultrapassa a humanidade (lembramos: os jardins são um dos muitos modos em que o humano se plasma no reino vegetal), nossos alunos tomaram contato com todos estes temas: as muitas maneiras de nos relacionarmos com a natureza, o modo como transformamos o mundo à nossa volta, nossas aspirações de felicidade ao habitar esse mundo, o cultivo de si mesmo como indivíduos merecedores de felicidade e cidadãos de um sociedade justa e harmoniosa.
Ao longo de quatro encontros de duas horas, cerca de quinze alunos dedicaram-se a textos de Nietzsche, Beruete e Gilberto Gil, a discussões profícuas a respeito de Aristóteles, Epicuro e dos filósofos estoicos, e, sobretudo, a respeito de como usar essas ideias como instrumentos de formação e transformação de si mesmos. A cada encontro, a ideia era seguir a pista dada pelo autor de Jardinosofía, a de “una celebración del aquí y del ahora y un modo de elevación del yo.” Em suas experiências dentro de sala e também fora dela (em suas entrevistas com jardineiros, nas fotografías de jardins que lhe são importantes, na rememoração de sua relação com a natureza), eles puderam, enfim, vivenciar esta máxima de Beruete: “Salir al jardín supone siempre entrar en nosotros mismos.”