SALA DOS PROFESORES

Escribir (en) el mundo: la producción de textos como herramienta de reflexión y acción

Por: Roberta Fernandes

¿Qué mundo vamos dejar a nuestros hijos y qué hijos vamos dejar a nuestro mundo? No sé si por ser educadora o por amar la naturaleza (probablemente por ambas razones), esta reflexión del filósofo brasileño y Doctor en Educación Mario Sergio Cortella siempre me ha impactado. Actualmente, leo las noticias, experimento los efectos de la acción humana sobre el planeta y medito aún más sobre ello… Recuerdo que, cuando estaba en la escuela primaria y tenía más o menos la edad de mis alumnos, un profesor de Ciencias dijo que el “hábitat” es un lugar propicio para que una determinada especie se desarrolle. Fuera del aula, nuestro hábitat está en graves problemas; dentro de ella, logro sentir un soplo de aire fresco mientras el planeta arde como una herida abierta que demanda cuidados.

Sí, evalúo el día a día y concluyo que el aula es un hábitat fecundo, ya que allí los estudiantes plantean cuestiones que transforman, suman, sorprenden, emocionan y, sobre todo, nos hacen evolucionar como seres humanos. La habilidad EF69LP33 de la Base Nacional Común Curricular establece que, hasta los últimos años de la Educación Básica II, los estudiantes deben haberse apropiado de herramientas mentales que les permitan “articular el texto verbal y no verbal con esquemas, infografías, imágenes variadas, etc., en la (re)construcción de los significados de textos de divulgación científica”. O bien, si el foco se dirige a la habilidad EF69LP36, que puedan “revisar y editar textos destinados a la divulgación del conocimiento, de datos y resultados de investigaciones, como artículos de divulgación científica, infografías, pódcast, entre otros”.

De esta manera, la investigación de ciertas estructuras compositivas se propone normativamente y nos corresponde a nosotros, profesores y profesoras, desarrollar estas prácticas en el aula. La fórmula “texto que divulga conocimiento + medio ambiente” me parece bastante fructífera, y fue este camino el que opté por seguir en la enseñanza del género “infografía” a lo largo del curso de Producción de Textos del 6.º año. El libro didáctico también favorece esta secuencia al proponer dicho estudio a partir del tema “animales en peligro de extinción” y ofrece un terreno fértil para cultivar la reflexión sobre el medio ambiente con base en el análisis de un formato textual específico.

Año tras año, al llegar a este punto de la programación didáctica, el paisaje compuesto impresiona. Mientras producía su infografía, un alumno me preguntó si “podría incluir a los hombres entre los animales en peligro de extinción, ya que cuando el hombre destruye la naturaleza, se destruye a sí mismo”. Otra alumna planificó una composición relacionando el crecimiento urbano con la extinción y justificó que “el ser humano necesita darse cuenta de que, si no existe un equilibrio entre la ciudad y el bosque, no se puede continuar…”. Por cierto, estos pequeños pensadores tienen —si ya han cumplido años— 12 años.

Como oyente privilegiada y mediadora de estas intervenciones, me doy cuenta de que mis preocupaciones no son solo mías. Percibo que la generación actual entiende un poco mejor el hecho de que somos hijos de la naturaleza y, como nuestra creadora, esa madre es más fuerte que todo. Al mismo tiempo, lamento que las generaciones anteriores no hayan entendido la necesidad de dejar un mundo menos hostil como herencia para sus hijos… Sin embargo, por otro lado, dejan como legado pequeñas semillas más conscientes de la importancia de ocupar con respeto la Tierra de la que forman parte.

La escuela, de la mano con las familias, debe fortalecer estas semillas y propiciar que árboles bien fuertes crezcan, florezcan y den frutos.

En cuanto al resultado de las infografías, en su mayoría quedaron hermosas, y los autores se sintieron muy orgullosos del trabajo y la planificación crítica que realizaron. ¡La profesora también!

Referencia bibliográfica:
BRASIL. Ministerio de Educación. Base Nacional Común Curricular. Brasilia, 2017